Es algo que se podría afirmar que es universal, es probable que te cueste acabar los platos de la comida o de la cena, pero aún así, no es habitual que se renuncie al postre. ¿Por qué pasa esto?
Pues al parecer el motivo de que siempre tengamos huego para el postre, tiene una explicación científica y Russell Keast, miembro del Centro de Ciencia Sensorial Avanzada de la Universidad de Deakin, Australia, nos cuenta que este fenómeno se llama “saciedad sensorial específica”.
La afirmación de que siempre hay hueco para el postre tiene explicación científica
¿Y esto que significa?
Explicado a rasgos generales, aunque estemos comiendo un plato que nos encanta, llega un momento que experimentamos un aburrimiento sensorial porqué según apunta Keast “nuestro sistema de detección de sabor está sobrecargado con el sabor de esa comida y ya no queremos más”
Sin embargo, cuando se presenta la ocasión de experimentar con un nuevo sabor, el deseo se vuelve a reavivar y engañamos, por tanto, a la sensación de saciedad a la que hemos llegado tras comer de manera excelente. En resumen, como apunta Arnold Berstad, investigador del Hospital Lovisenberg Diakonale de Noruega, en su trabajo publicado para “The Journal of the Norwegian Medical Association”, «querer algo dulce después de sentirse realmente lleno es engañar a la sensación de saciedad ya que el azúcar de los postres estimula un reflejo de relajación que hace que se expanda el estómago».
La conclusión, parece que sí, siempre habrá espacio para un buen postre y resistirse a caer en esta dulce tentación va a ser misión imposible
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